Coronavirus en el Campo de Poder
La llegada del coronavirus a nuestro país, volvió a desnudar
las características de la realidad nacional boliviana que, a manera de
diagnóstico, ahora permite vislumbrar y analizar el devenir del Estado
Plurinacional de Bolivia. El coronavirus hoy aceptado como pandemia por
diferentes gobiernos, organismos e instituciones científicas, vuelve a exponer
los defectos, virtudes y vastas diferencias de una reconfiguración del Estado
Nación Boliviano.
La actual coyuntura
gubernamental, al confirmar los primeros casos de la enfermedad (COVID-19) y aceptar
que se trata de una pandemia, es forzada a actualizar sus competencias y
generar medidas para frenar la propagación del Coronavirus-19, recomendando a
la población: Lavarse las manos a fondo y con frecuencia usando un
desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón; Cubrirse la boca y la nariz
con el codo doblado o con un pañuelo al toser o estornudar y otras como permanecer
en casa si tiene fiebre, tos y dificultad para respirar.
De esta manera, llama la
atención que pese al reconocimiento de la presencia del coronavirus como un mal
que afecta a la población y por tanto un problema de salud pública, que no es
de exclusividad de médicos, enfermeras o virólogos, sino de cientistas
sociales: psicólogos, sociólogos, comunicadores, educadores, economistas, etc.
y la población misma, el actual gobierno no ha tomado en cuenta la
participación de estos actores en la búsqueda de cambios en el comportamiento social,
para enfrentar la enfermedad.
De esta manera, el gobierno ha
convertido la pandemia en un campo de lucha de poder, en el que, influenciados
por la coyuntura electoral, uno de los bandos apuesta por demostrar su
fortaleza y triunfo ante la enfermedad, aun cuando las deficiencias estatales detectadas,
en el sistema de salud, hayan sido heredadas por el anterior gobierno y por
parte del otro bando se apueste por exponer que en concordancia al golpe de
Estado, el actual gobierno pretenda encubrir en sus acciones excepcionales, que
por cierto responden a las estrategias aplicadas en otros países, la restricción de libertades de la población,
así como el control, centralización y jerarquización de las acciones e
información por parte de las autoridades.
Caracterizado el campo de
poder, lo que compete a la población boliviana no es asumir pertenencia ante
ninguno de los bandos, ya que el asumir una especie de proselitismo político, entorno
a la pandemia, resultará distorsionando las acciones del movimiento popular, en
posiciones contrarias al interés colectivo, motivadas por el temor, ignorancia,
carencia de solidaridad humana y desinformación, que pueden ser identificadas, en
la actitud de los médicos que negaron la atención a pacientes con coronavirus o
las protestas callejeras de pobladores y vecinos que al no permitir el ingreso
de enfermos a establecimientos de salud, entorpecieron la aplicación de medidas
sanitarias imprescindibles.
Entonces, no se trata de que el movimiento popular sólo
acate las medidas gubernamentales para frenar una escalada de contagios, sino
que sea el intermediador de las fuerzas políticas rivales, para acordar una
estrategia de enfrentamiento al coronavirus asumiendo la participación y
conocimiento popular sobre la realidad nacional, para no cometer errores en la asignación
de recursos económicos o en la priorización de mensajes mediáticos que piden
lavarse las manos, cuando existen comunidades que no tienen acceso a esta, o
barrios como los de la zona sur de La Paz, en los que se ha cortado el
servicio.
Lo que la población pide no es que el gobierno deje de
actuar, o no haga valer su autoridad conforme lo prevén las normas jurídicas, sino
que simplemente asuma que se trata de un problema de salud pública en el que
todos los actores deben ser tomados en cuenta en función a sus necesidades y
que las medidas asumidas sean conscientes y responsables con la realidad
nacional.
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