miércoles, 18 de marzo de 2020


Coronavirus en el Campo de Poder

Zona de Chasquipampa
La llegada del coronavirus a nuestro país, volvió a desnudar las características de la realidad nacional boliviana que, a manera de diagnóstico, ahora permite vislumbrar y analizar el devenir del Estado Plurinacional de Bolivia. El coronavirus hoy aceptado como pandemia por diferentes gobiernos, organismos e instituciones científicas, vuelve a exponer los defectos, virtudes y vastas diferencias de una reconfiguración del Estado Nación Boliviano.


La actual coyuntura gubernamental, al confirmar los primeros casos de la enfermedad (COVID-19) y aceptar que se trata de una pandemia, es forzada a actualizar sus competencias y generar medidas para frenar la propagación del Coronavirus-19, recomendando a la población: Lavarse las manos a fondo y con frecuencia usando un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón; Cubrirse la boca y la nariz con el codo doblado o con un pañuelo al toser o estornudar y otras como permanecer en casa si tiene fiebre, tos y dificultad para respirar.

De esta manera, llama la atención que pese al reconocimiento de la presencia del coronavirus como un mal que afecta a la población y por tanto un problema de salud pública, que no es de exclusividad de médicos, enfermeras o virólogos, sino de cientistas sociales: psicólogos, sociólogos, comunicadores, educadores, economistas, etc. y la población misma, el actual gobierno no ha tomado en cuenta la participación de estos actores en la búsqueda de cambios en el comportamiento social, para enfrentar la enfermedad.

De esta manera, el gobierno ha convertido la pandemia en un campo de lucha de poder, en el que, influenciados por la coyuntura electoral, uno de los bandos apuesta por demostrar su fortaleza y triunfo ante la enfermedad, aun cuando las deficiencias estatales detectadas, en el sistema de salud, hayan sido heredadas por el anterior gobierno y por parte del otro bando se apueste por exponer que en concordancia al golpe de Estado, el actual gobierno pretenda encubrir en sus acciones excepcionales, que por cierto responden a las estrategias aplicadas en otros países,  la restricción de libertades de la población, así como el control, centralización y jerarquización de las acciones e información por parte de las autoridades.

Caracterizado el campo de poder, lo que compete a la población boliviana no es asumir pertenencia ante ninguno de los bandos, ya que el asumir una especie de proselitismo político, entorno a la pandemia, resultará distorsionando las acciones del movimiento popular, en posiciones contrarias al interés colectivo, motivadas por el temor, ignorancia, carencia de solidaridad humana y desinformación, que pueden ser identificadas, en la actitud de los médicos que negaron la atención a pacientes con coronavirus o las protestas callejeras de pobladores y vecinos que al no permitir el ingreso de enfermos a establecimientos de salud, entorpecieron la aplicación de medidas sanitarias imprescindibles.  

Entonces, no se trata de que el movimiento popular sólo acate las medidas gubernamentales para frenar una escalada de contagios, sino que sea el intermediador de las fuerzas políticas rivales, para acordar una estrategia de enfrentamiento al coronavirus asumiendo la participación y conocimiento popular sobre la realidad nacional, para no cometer errores en la asignación de recursos económicos o en la priorización de mensajes mediáticos que piden lavarse las manos, cuando existen comunidades que no tienen acceso a esta, o barrios como los de la zona sur de La Paz, en los que se ha cortado el servicio.


Lo que la población pide no es que el gobierno deje de actuar, o no haga valer su autoridad conforme lo prevén las normas jurídicas, sino que simplemente asuma que se trata de un problema de salud pública en el que todos los actores deben ser tomados en cuenta en función a sus necesidades y que las medidas asumidas sean conscientes y responsables con la realidad nacional.

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